viernes, 4 de septiembre de 2020

El impostor

El impostor creía que su presencia hacía mejor al mundo y que su nacimiento fue mesiánico y necesario. Sus años de infancia transcurrieron entre el olvido, la singularidad y la melancolía mientras un pequeño hilo de cobardía y miedo comenzó a extenderse entre los sentidos. La naturaleza no lo concibió fuerte ni atractivo. Le castigó con la mediocridad de la mayoría, ni suspendía ni sacaba altas calificaciones y por momentos aprendió el arte de la cordialidad.
El impostor creía que los dioses le aguardaban un regalo. Con quince años descubrió una mujer hermosa y se enamoró. Nunca le dirigió la palabra. Soñó con sus pechos todas las noches, pero no le donaron el derecho a desearla. La olvidó y nunca recordó su rostro.
El impostor creía que su muerte sería hermosa. Soñó luchar en mil batallas, las dagas no encontraron los surcos de su alma y sí los tesoros de la vida.
El impostor cerró el cofre. Le cegó el reflejo del oro y nunca vería igual. De pronto se imaginó sin ser fuerte y atractivo. Recordó los motes de la infancia, sus silencios cómplices y la inercia de la nada.
El impostor murió de Alzheimer con 67 años.



Luchemos por la ortografía