martes, 18 de mayo de 2010

MÚSICA PARA LA SERENIDAD (III)


Cuarteto para el fin de los tiempos de Olivier Messiaen (1908-1992).
Nos encontramos ante uno de los más importantes compositores franceses de todos los tiempos y, sin duda, el mejor del pasado siglo. Messiaen fue un místico contemporáneo. Toda su obra estuvo encaminada hacia el perfeccionamiento espiritual y el mensaje directo con Dios. Era católico convencido, persona de moral firme, bondadosa y generosa. Un profesor mío de composición (José Luis de Delás) me dijo, textualmente, que «desprendía un aura especial».
El lenguaje de Messiaen es firme, personal y comprometido con la vanguardia. Utiliza modos gregorianos y orientales, especialmente hindúes. Crea un lenguaje rítmico basado en la acumulación de valores en lugar de la clasificación en compases y su pasión por la ornitología lo plasma en la inclusión de cientos de tipos de cantos de pájaros en sus obras.
El Cuarteto para el fin de los tiempos tiene una génesis especial, dramática y emocionante. Messiaen, alistado en el ejército francés en 1940, fue detenido por tropas alemanas y trasladado al campo de prisioneros Stalag VIII-A en la localidad de Görlitz. En otoño de ese año crea esta página para los tres prisioneros músicos capaces de interpretar, con la inestimable ayuda de un oficial alemán amante de la música, que le pasaba todos los días el papel pautado. Inspirada en un fragmento de El Apocalipsis y dividida en ocho movimientos, se presentó en primera audición en dicho campo el 15 de enero de 1941, por Jean Le Boulaire (violín), Henri Akoka (clarinete), Etienne Pasquier (violonchelo), y el propio compositor al piano. Messiaen dijo siempre que fue el mejor público que haya tenido nunca. En realidad sólo había personas heladas y desalentadas, que en una situación límite entendieron como nadie esta música eterna.
Los fragmentos propuestos son el quinto y octavo movimiento.

V- Louange à l´Eternité de Jésus. (Alabanza a la eternidad de Jesús).
Jesús representa la palabra de dios. El cello canta una frase larga y extremadamente lenta para glorificar con ternura y reverencia la eternidad, poder y dulzura de la palabra, "que con los años nunca disminuirá". La melodía se despliega majestuosamente como un recuerdo lejano, tierno y lo abarca todo. "En el principio era el Verbo, y el Verbo vivía en Dios... y el Verbo era Dios".


VIII- Louange à l´immortalité de Jésus. (Alabanza a la inmortalidad de Jesús).
Un solo de violín con piano, igual que el violonchelo en el quinto movimiento. ¿Por qué este segundo homenaje? Porque aquí se dirige a la segunda cualidad de Cristo: a Jesús como hombre, la palabra hecha carne, resucitado de entre los muertos e inmortalizado para hacer su vida que conocemos. Este movimiento es puro amor. Asciende gradualmente hacia un pico intenso, la ascensión del hombre hacia Dios, del Hijo de Dios hacia su padre para convertirse en criatura divina en el paraíso.


Escuchen esta hermosa versión de 1991. Tras la audición de estos pasajes, uno entiende las palabras de Yvonne Loriod, segunda esposa del compositor. Tras la muerte de éste, sólo dijo... «Ya se encuentra donde quería estar».

Luchemos por la ortografía