domingo, 17 de julio de 2011

LA EXPERIENCIA DE SAINT FRANÇOIS D’ ASSISE

El pasado miércoles 13 de julio tuve la oportunidad de ver un evento único en nuestro país. Se trata de la primera representación en España de la única ópera de Olivier Messiaen (1908-1992) San Francisco de Asís. El Teatro Real se “trasladó” a un escenario más grande –el pabellón Madrid Arena— para poder introducir la espectacular cúpula de dos toneladas, además de encajar sin problemas la mastodóntica formación instrumental y vocal: más de 137 instrumentistas y un coro de 120 voces.

Los seguidores del blog ya conocen mi admiración por este místico del siglo XX. A Messiaen le debo muchas cosas. Lo primero, la comprensión por los movimientos estéticos del siglo pasado. Aún recuerdo esa imagen veraniega, tumbado en el apartamento de la playa con una pequeña radio con auriculares… no tenía más de veinte años y escuché embelesado por primera vez la Sinfonía Turangalila… ¡qué experiencia! ¡Se acababa de abrir un mundo nuevo! A partir de ahí, buscaba a Messiaen en Radio 2 (hoy Radio Clásica) y empecé a asistir a los conciertos donde se programaba su música: El cuarteto para el fin de los tiempos, Las veinte miradas al niño Jesús, Catálogo de pájaros… encontrando siempre un mundo inmenso de color, imaginación y poesía

Cómo sentí San Francisco en directo.

Retornando al Madrid Arena… ¿Qué sentí tras seis horas de representación (cuatro y media de música y una y media de descansos entre los actos)? Lo primero, es que había vivido un momento especial, posiblemente irrepetible, porque no sé cuándo se volverá a representar esa obra mastodóntica en España. Lo segundo, es que la partitura tiene una belleza desbordante, y lo tercero… que Messiaen no es un autor teatral.

San Francisco de Asís es el pináculo de madurez del compositor de Aviñón. Tardó unos pocos meses en redactar un libreto sencillo, que dibuja ocho escenas de la vida del santo, desde el inicio de su vida espiritual y la milagrosa curación del leproso hasta la experiencia de los estigmas y la muerte liberadora. El resto de los seis años de gestación (1976-1983) fueron dedicados a la composición y a la orquestación, que fue la parte más larga y artesanal. Según Messiaen, le atrajo el personaje de San Francisco porque es el que más se parece a Jesucristo. Se nota en la escena la profunda fe católica del compositor, la admiración por cada detalle de la viuda del santo, especialmente en lo que concierne a su capacidad para amar al prójimo y a todas las criaturas. Era la excusa perfecta para plasmar una ópera. Sin embargo, a pesar de que Messiaen era intocable para el mundo oficial de la música europea de los años ochenta, el estreno tuvo críticas, muchas de ellas certeras, que no gustaron al compositor.

Messiaen. Justificó su longitud, alegando que duraba lo que requería el argumento y que también son largas las producciones wagnerianas sin que nadie diga nada. También se defendió de aquellos que decían que no era una ópera sino un oratorio donde no era necesaria la puesta en escena por su estatismo. Por eso afirmaba: «es verdad que no se trata de una ópera tradicional, pero tampoco es un oratorio. Es un espectáculo musical en el que los movimientos de los personajes, el vestuario son necesarios».

Personalmente, creo que es una obra fallida en escena, que avanza gracias a una música de una riqueza difícilmente igualable.

Lo mejor y lo peor de San Francisco de Asís.

Lo mejor:

1. Música de gran modernidad, pero muy expresiva. Es comprensible para gran parte del público medio. Se perciben influencias de Debussy, Wagner, pero más aún de Monteverdi (el uso continuo de voz-ritornello-vos-ritornello recuerda a l´Orfeo)

2. Orquestación grandiosa, de riqueza perenne e inagotable. Los colores fluyen con variaciones siempre ingeniosas.

3. Utilización natural de la voz, basándose en la acentuación de la lengua francesa. No hay efectos absurdos (hipos, ruidos vocales).

4. La diferentes entradas del ángel (única voz femenina de la ópera), que llevan al clímax de la belleza.

5. Coro poderoso e interventor, lo cual da momentos de intensidad y avance en la escena.

Lo peor.

1. La ausencia de drama, todo son recreaciones espirituales de un personaje y las escenas son separadas. Messiaen confió excesivamente en sí mismo a la hora de abordar la historia.

2. La longitud del segundo acto. Casi dos horas ininterrumpidas, con una escena cuarta (el ángel viajero) y sexta (el sermón de los pájaros) reiterativas y algo aburridas. Es aquí donde los fantasmas de Messiaen, sobre todo su amor por la ornitología, lo alejan del sentido último de lo que es una ópera. Con un recorte de cuarenta minutos, la composición hubiera sido redonda.

La representación en el Madrid Arena.

Salir del Teatro Real hace perder encanto, pero creo que ayudó mucho en la puesta en escena. La cúpula de colores cambiantes que reflejaban la evolución de la espiritualidad del personaje fue un acierto, porque resultaba hipnótica e iba acorde con el estatismo continuo de la composición.

La interpretación instrumental y coral fue sobrecogedora por la perfección técnica y el detallismo exacerbado. Tanto la SWR Sifonieorchester Baden-Baden-Freiburg, el Coro Titular del Teatro Real y el Coro de la Generalitat Valenciana dejaron una huella imborrable bajo la batuta de Sylvain Camberling.

Los solistas fueron de gran calidad, pero destacaría la magia y la belleza tímbrica de la soprano Camilla Tilling. El resto del elenco también fue sobresaliente, especialmente el barítono Aalejandro Marco-Buhrmester, que luchó para hacer sonar su instrumento en un espacio tan abierto y con una orquesta a veces excesivamente ampulosa para su registro.

En fin… una noche magnífica donde Messiaen se dejó llevar por su universo personal por encima del universo escénico.


Adjunto la primera aparición del ángel en una versión que desconocía...

Inicio de la escena de los estigmas, con José Van Dam (que fue quien la estrenó en 1983).

Y la noticia del estreno en el Madrid Arena...


Luchemos por la ortografía