lunes, 6 de abril de 2015

54 SEMANA DE MÚSICA RELIGIOSA (III)



Recta final.
Los dos últimos días de la presente edición de las SMR estuvieron marcados por dos conciertos de música vocal –en Arcas y San Miguel— y por la doble participación del violinista y director siciliano Fabio Biondi al frente de la noruega Stavanger Symphony Orchestra.
La mañana del Sábado Santo viajamos a la iglesia de Arcas, siempre impactante. Ahí tuvimos la ocasión de escuchar nuevamente a la Capilla Cayrasco, dirigida por Eligio Luis Quintero, permaneciendo en la memoria el excelente concierto que nos brindó la pasada edición con música de los maestros españoles del barroco Juan Hidalgo y Carlos Patiño. En este caso, el repertorio se centró en los dos grandes del renacimiento temprano: Jean de Ockeghem y Josquin des Prez. Quizá buscaron una excesiva sobriedad, pero el resultado final fue seco y algo plano. Cantaron el latín con acentuación francesa, pero atenazados y poco naturales.

Capilla Cayrasco, Eligio Luis Quinteiro ©SMR/Santiago Torralba

El domingo en la iglesia de San Miguel tuvimos la ocasión de escuchar un concierto donde se combina la música del mítico compositor renacentista Carlo Gesualdo, encarnación del exceso vital –con asesinato de la mujer y el amante de ésta incluido— adulador de la disonancia y el manierismo extremo, con obras actuales de autores vivos como la francesa Caroline Chauveau y el italiano Gianvincenzo Cresta. El ensemble Solistes XXI, bajo la dirección de Rachid Safir, fue el encargado de esta combinación. Las páginas contemporáneas jugaron con el timbre de la viola, interpretada con maestría por Cristophe Desjardins. Liber Novus de Chaveau sonó rica de efectos y exhalaba teatralidad. Devequt II de Cresta era más contrastante e igualmente intensa. El tránsito a Gesualdo parecía natural, gracias a la idéntica filosofía del maestro napolitano, aunque la separación temporal sea de más de cuatrocientos años.

Ensemble Solistes XXI ©SMR/Santiago Torralba


Fabio Biondi y su magisterio.
El violinista y director italiano ofreció lo mejor de su filosofía en el encuentro con la prensa previo al concierto. Uno de los más prestigiosos músicos “historicistas” que interpreta y dirige habitualmente instrumentos “originales” replanteó esta cuestión por el enorme simplismo que supone. Por ejemplo, dijo que algunos consideran “adecuado al historicismo” tocar una obra alemana de 1756 con un violín italiano de 1710, cuando en realidad no lo es, replanteo en artificioso mundo de los diapasones y llevó a muchos asistentes a repensar la moda actual.
El maestro Biondi, actuó con una agrupación de instrumentos modernizados (salvo la tiorba, el chalumeau, el clave y el órgano positivo), la Stavanger Symphony Orchestra, pero con un fraseo fundamentado históricamente y limpiado de barniz romántico. Lo hizo en dos ocasiones, el Sábado Santo con el oratorio del compositor italiano Antonio Caldara, Morte e sepoltura di Christo, un oratorio de 1724 que resultó un feliz descubrimiento para los presentes. Sin sentido dramático, pues no era una narración, sino una meditación poética de los presentes en la sepultura de Jesús previamente a su resurrección, las arias da capo eran de gran belleza y poseían elevado magisterio. Ayudó la solvencia del quinteto vocal, excelente en su conjunto y de forma individual, y una orquesta vibrante. Esperemos que este oratorio y su compositor recuperen la vigencia que tuvieron en su época.

Fabio Biondi, Stavanger Symphony Orchestra ©SMR/Santiago Torralba

Los mismos componentes, con el añadido del Coro de la Comunidad de Madrid, fueron los protagonistas del concierto de clausura del Festival. La ocasión era de las grandes, con cámaras de televisión, importante número de políticos y un público que llenó la catedral, que luce magnífica, luminosa y con belleza abrumadora.
Fabio Biondi interpretó como solista un juvenil Concierto para violín y orquesta en Sol Mayor de Franz Joseph Haydn. La idea del palermitano es que ninguna frase musical mantenga una dinámica estable. Todos son cataratas y torrentes en crescendos y decrescendos constantes, manteniendo un permanente cambio y una variedad cautivadora. Tras este aperitivo, la misa más luminosa de Mozart: la Misa de la coronación KV 317. Versión formidable, fresca, intensa, brillante, llena de colores, con un coro madrileño esplendoroso, una orquesta comprometida, unos solistas excelentes y una catedral henchida de música, plena, absoluta y feliz. Una jornada final que deja la 54 edición en un gran nivel y a nuestro festival, que siempre será de Cuenca, en el primer escalón mundial.

Coro Comunidad Madrid, Stavanger Symphony Orchestra, Fabio Biondi ©SMR/Santiago Torralba


Visita acústica a la catedral ©SMR/Santiago Torralba

sábado, 4 de abril de 2015

54 SEMANA DE MUSICA RELIGIOSA (II)




Miércoles Santo. Romanticismo y siglo XX.
Dos excelentes conciertos marcaron la jornada del miércoles. Abandonamos los universos renacentistas y barrocos para adentrarnos en el romanticismo y el siglo XX. El primer concierto tuvo lugar en la iglesia de San Miguel y estuvo a cargo del coro asturiano El León de Oro, dirigido por Marco Antonio García de Paz. El repertorio era tan complejo como bello, partiendo del romanticismo de Mendelssohn, Brahms, Bruckner –o el menos conocido de Stanford o Rheinberger— para acabar en las distintas estéticas del siglo XX como los post-románticos Holst y Rachmaninov, el cercano al minimalismo Taverner o los vanguardistas reconducidos Penderecki o Schnittke.
De este concierto hay que destacar dos cosas: la primera y más importante, es que estamos ante un coro no profesional. La segunda y quizá más fascinante, es que suena mejor que la mayoría de los profesionales. Es más, voy a valorarlos como tales, porque llegar a pianissimos tan increíbles sin que se caiga la voz o llenar el auditorio con esos fortissimos redondos, trabajados y sentidos no se consigue sin el compromiso del director, pero tampoco sin la excelente técnica de sus componentes. Mendelssohn fue cantado con poder, Brahms con oscuridad calculada, Taverner con sentido hímnico y onírico y Penderecki desde el arrebato y el contraste extremos. Concierto excelente de una agrupación modélica en nuestro país y que hoy en día es muy superior a algún famoso orfeón del norte.

León de Oro ©SMR/Santiago Torralba

Por la tarde en el Teatro Auditorio, regresó el pianista onubense Javier Perianes, pero en este caso como solista de una de las obras que iba a interpretar la Orquesta Sinfónica de Galicia, bajo la batuta del director ruso Dima Slobodeniouk. El primer concierto sinfónico de esta edición se basó en tres obras de lejano carácter religioso, muy alejadas estéticamente y de calidad extrema aunque poseen distintos grados de comunicación con el oyente. El festín de Belshazzar del finlandés Jean Sibelius es una página sinfónica incidental, directa y comprensible. Sigue las pautas formales y tímbricas del mejor Sibelius, aunque no posee el desarrollo de sus grandes sinfonías. La visión de maestro Slobodeniouk fue honda y sutil. Se regodeó en los tenues cambios de timbre y en la increíble capacidad de esta música para acariciar nuestros oídos. Tras esto, el Concierto para piano y orquesta en  Sol de Maurice Ravel fue un estallido de color. La partitura es una orgía sonora, el mejor tratado de orquestación de la historia, una obsesión de la mezcla instrumental. Tanta sutileza tímbrica hace descabalgarse a más de una orquesta, pero los gallegos estuvieron a la altura de un Perianes colosal, concentrado y que siempre tenía una sorpresa debajo de la manga. Nunca olvidaré el maravilloso segundo movimiento, esa melodía infinita tan fácil de romper por un segundo de desconcentración. No fue así, el color inundó la sala y las frases fluyeron como si tuvieran vida propia. La segunda parte del concierto se dedicó íntegramente a la Sinfonía nº3  “El poema divino” de Alexander Scriabin. Partitura densa y colosal, reiterativa en los temas y de desarrollos inabarcables. Partitura muy cercana al director, que desmenuzó de forma titánica. Excelente concierto.
Javier Perianes, Sinfónica de Galicia, Dima Slobodeniouk ©SMR/Santiago Torralba

Jueves Santo. Otra gran Pasión.
En Cuenca tenemos un maravilloso problema: hemos escuchado tantas grandiosas pasiones bachianas que muchas veces estamos desbordados y perdemos la perspectiva. El jueves disfrutamos de una versión excelente, con criterios claros y contundentes y llevados adelante por unos profesionales de primer nivel internacional. Voy a intentar hablar de todo ello y mi crítica se dirigirá exclusivamente a mi visión dramática de la obra, que no tiene por qué coincidir con la del director.
Partamos por el final. Tanto el Balthasar Neumann Chioir como Le Concert Lorrain son dos agrupaciones fascinantes. El coro era una joya de matices, empastado y que respondía con celeridad a cualquier indicación de su director. La orquesta, una agrupación de solistas de primer nivel, que posee un color cálido y un importante torrente sonoro. Los fraseos, marcadamente barrocos y detallistas hasta el extremo, dieron una lección de estilo magistral y los solistas vocales estuvieron excelentes, desde es intenso tenor Julian Prégardien como evangelista, muy expresivo, hasta el bajo Dietrich Henschel como Jesús,  más sobrio pero de voz penetrante y cálida. Las voces femeninas de la soprano Hana Blazíková y la contralto Sophie Harmsen sonaron brillantes, luminosas, fraseadas hasta el detalle. Todo perfecto en una obra perfecta. El director Cristoph Prégarden, dio una visión frenética, luminosa por momentos y dramática por otros.
Y es aquí donde vuelvo al principio de la crítica. Tantas Pasiones geniales producen a veces desconcierto. Nunca satura esta cumbre de la historia de la humanidad, siempre produce al ser humano sensible cierto síndrome de Stendhal, pero… ¿Qué podría debatir con Prégarden sobre su visión de la Pasión según San Mateo? Sólo una cosa: la visión global. Su versión, en su brillantez inicial me encantó, avanzaba con soltura, pero quizá tras la segunda parte (no hubo descanso, cosa que nunca entenderé, pues no tiene nada positivo y muchas negativas, aunque sean fisiológicas) necesité un mayor giro dramático progresivo, que se tradujera en los tempi de las arias y en el sentido de los corales (lo hizo en el posterior a la muerte de Jesús, eliminando el duplicado instrumental y con una intensidad constante en piano).Es un detalle que pretende generar un debate, no pretende ser crítica, pues su lectura global fue, cuanto menos, sobresaliente.

Christoph Prégardien ©SMR/Santiago Torralba


Viernes Santo. Segundo estreno.
El autor de Algecireño  José María Sánchez Verdú fue el protagonista del segundo estreno mundial de la 54 edición de las SMR. En el encuentro de compositores que tuvo lugar a las 17:00 y que tuve el honor de presentar, el maestro Sánchez Verdú comentó lo que íbamos a escuchar. Por un lado el ya estrenado Libro de Leonor –para grupo vocal y coro gregoriano— y previamente, lo que sería en realidad el encargo de las SMR: Libro de danzas de la muerte, para organetto, órgano gótico y vihuela de arco. Ambas son partituras hermanas y de características similares, que encajan a la perfección. Sánchez Verdú realiza una recreación— instrumental en las danzas de la muerte y vocal en el libro de Leonor— de la música de la época del Codice de las Huelgas. Utiliza y recrea materiales originales pero también juega con la materia sonora que resulta de ellos. Nos muestra nuevas texturas instrumentales y vocales que nacen de las bajomedievales y regresan a ellas.
Las danzas de la muerte requirieron el movimiento del público, que se desplazó al claustro renacentista para escucharlas. Allí, con luz de velas y una imponente luna llena, la magia estaba garantizada y la emoción fluía con naturalidad. La fusión de las artes era casi natural y personalmente, me creó un goce difícilmente igualable. Nos desplazamos a la nave central para escuchar el Libro de Leonor y a partir de ahí fueron los intérpretes los que se fueron desplazando por el templo. La idea resultó, el viaje perenne entre el pasado y el presente se reflejaba en la propia arquitectura gótica y las vidrieras de Torner, Bonifacio y Rueda. La música se adaptó a esas circunstancias. Los intérpretes (Tasto Solo, Ensemble Organum y Schola Antiqua) con dos directores sabios en la materia, Marcel Pérès y Juan Carlos Asensio, rozaron la perfección
Concierto muy bello.

José María Sánchez Verdú ©SMR/Santiago Torralba

miércoles, 1 de abril de 2015

54 SEMANAS DE MÚSICA RELIGIOSA (I)



La 54 edición de las SMR de Cuenca han comenzado con el mismo nivel y perfil que las anteriores. Nunca dejan de innovar y sorprender y este inicio lo va corroborando, con una sucesión de conciertos sobresalientes, variados e imaginativos. Por desgracia, el que escribe el artículo no pudo asistir a la inauguración en la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción de Villanueva de la Jara. Lo que ha venido después, lo relato a continuación.

Domingo de Ramos. Barroco intenso y Perianes colosal.
El viaje propuesto el Lunes Santo partió del barroco español, sazonado con piezas instrumentales de Haendel, Vivaldi y Mascitti, para aterrizar en el piano romántico e impresionista del concierto de Javier Perianes.
En el Convento de las Carmelitas, el grupo La Risonanza dirigido por Fabio Bonizzoni retornó nuevamente a nuestra ciudad, en la que tanta huella ha dejado. Todavía recuerdo la formidable integral de las Sonatas del Santo Rosario de Bibber en el año 2003. En esta ocasión, el eje del concierto giró alrededor de la obra religiosa de Sebastián Durón y José de Torres. El barroco español sigue siendo desconocido para mucho público de música clásica y con cada aportación realizada con calidad se abandona la antigua creencia de que ese periodo era poco relevante. Las obras de Durón son teatrales dentro de la religiosidad, juegan con la tradición hispana y la incorporación de la moda italiana, pero siempre desde la coherencia y la calidad. Su “cantadas” son páginas de gran belleza, así como las Lamentaciones de Jueves Santo escritas por su contemporáneo José de Torres. Engrandecida por la soberbia voz de la soprano cubana Yetzabel Aria Fernández, cuya fuerza expresiva, los crescendos en las notas largas y el natural virtuosismo de sus agudos dejó fascinado al auditorio que rebosaba la sala. El único “pero” a esa voz tan fascinante es que podría mejorar la dicción en castellano, ya que, siendo su lengua, podría ser más clara. Las obras instrumentales contemporáneas dejaron claro el etilo mediterráneo de Vivaldi, el algo más sobrio de Mascitti y el siempre imaginativo Haendel, tañidos con vehemencia y gran dominio de estilo.

Fabio Bonizzoni ©SMR/Santiago Torralba

Reconozco que no siempre me ha cautivado el pianista natural de Nerva Javier Perianes. Fui al concierto de la sala Theo Alcántara del Auditorio con precaución y dudando, sinceramente, del resultado final. Todo cambió con el inicio del Allegretto en do menor de Schubert. Los primeros compases dejaron claro que estábamos ante un concierto especial, nuevo, diferente y muy alejado de la mayoría de los jóvenes pianistas. A continuación, pude sentir el momento más memorable de la noche: la Sonata nº 21 en Si bemol Mayor D. 960, escrita por un Schubert cerca de la muerte e interpretada con tal delicadeza en un fraseo infinito, con una separación perfecta de los distintos estratos de la composición y una musicalidad tan especial que acongojó al público que se entregó absolutamente. El mejor Schubert al piano que he escuchado en directo, trascendiendo el genio y llevándonos al éxtasis. El concierto tuvo una segunda parte impresionista, con una selección de Música Callada de Federico Mompou y preludios de Debussy. La altura mística se mantuvo y el aplauso final fue tan intenso como sincero.

Javier Perianes ©SMR/Santiago Torralba

Lunes Santo. Eternos Tallis y un violonchelo con alma.
¿Quién no ha escuchado la grabación mítica del Requiem de Victoria y Versa est in Luctum de Alonso Lobo que realizaron los Tallis Scholars en 1987, bajo la dirección de Peter Phillips? Algunos nos realizamos como músicos con esa joya nunca superada. De ese disco queda el grupo, el director y la contralto Caroline Trevor, pero lo esencial se mantiene e incluso mejora. Para interpretar la polifonía algunos optan –como The sixteen— por voces vibradas y poderosas. Los Tallis siempre buscan la pureza tímbrica, la ausencia de vibrato y el empaste casi místico. Nunca fallan, consiguen una paleta de recursos infinita con sonidos imposibles y crescendos mágicos. El repertorio que abordaron en la iglesia de la Merced se centró en el renacimiento (Tallis, Taverner, Shepard, Moutn y el “tardío” Allegri) y del autor minimalista Arvo Pärt (nacido en 1935). La transición de una época a otra era natural, sencilla y eficaz, siempre sublime e increíble (nunca olvidaré el Miserere de Allegri, dispuesto el coro en dos alturas y el tenor Chris Watson realizando unos solos casi metafísicos). Para terminar de forma grandiosa, se unió El León de Oro, excelente coro nacional, con sus más de 40 voces y que empastó fenomenalmente con los Tallis en la espectacular Spem in alium

The Tallis Scholars ©SMR/Santiago Torralba

El lunes culminó con la titánica tarea del violonchelista Jean-Guihen Queyras, que propuso un concierto de los difíciles con mayúsculas, tanto para el intérprete como para el oyente. La integral de las seis suites para violonchelo solo de J. S Bach. Son obras inmensas, ricas, llenas de secretos y bellezas, pero que nunca se afrontan como integral por lo extenso y por lo agotador que resulta para el intérprete, pues son estructuralmente similares. La  versión del cellista natural de Montreal fue excelente. El sonido penetraba la iglesia de San Miguel con intensidad y calidez y los que estábamos sentados en la parte superior pudimos sentir todos los colores y matices que nos propuso. Afinación perfecta y fraseo sublime, más afín a la tradición de Casals o Rostropovich que a la del actual historicismo y también alejado del sentido literal de la danza (recordemos que las suites son agrupaciones de éstas)  para abrazar una estilización de la misma. Nuevo concierto para recordar.

Jean-Guihen Queyras ©SMR/Santiago Torralaba

Martes Santo. Primer estreno.
Las SMR –y nunca me cansaré en repetirlo— son la causa primera del renacimiento creativo musical español en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Nunca ha faltado a la cita de encargar nuevas obras a los compositores españoles (y últimamente de todas las latitudes), generando un corpus musical imprescindible para estudiar la música contemporánea nacional.
La primera obra de encargo de la 54 edición recayó en el insultantemente joven Joan Magrané (Reus 1988), premio Reina Sofía de composición 2014. Para tener sólo 27 años demostró un dominio del coro propio de un maestro. Su obra Tu solus qui facis mirabila está basada en textos bíblicos y de otras fuentes antiguas, medievales o del siglo XX que giran alrededor del génesis. El compositor juega con el coro desde el unísono hasta el cluster, con pasajes cercanos a la consonancia y siempre preocupado por el juego de masas. El Grupo Kea, dirigido por Enrique Azurza, llevó bien la obra (creo que los contrastes podrán ser trabajados mejor en futuras interpretaciones) con el inconveniente añadido de la gélida temperatura de nuestra catedral (eché de menos las estufas que otras veces hemos disfrutado). Me quedé con ganas de nuevas audiciones, pues creo que la obra quiere decir mucho y necesita más tiempo para que camine. El concierto se completó con la obra de Yves Daniel-Lesur Cantar de los cantares, pagina tan bella como irregular.


Joan Magrané y Enrique Azurza ©SMR/Sntiago Torralba


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