Esta mañana me he dado cuenta de que no quiero trabajar donde trabajo, que la composición es una quimera en la que hay prestigio pero ningún aliciente económico. La jornada es fatigadora y queda poco espacio para la creatividad.
Me he dado cuenta que casi no escucho música y que no tengo necesidad de escribirla.
A pesar de todo, la Siciliana de Fauré vuela en la penumbra.