Nuevamente, Cuenca ha amanecido cubierta por un manto de nieve. El fenómeno, como siempre, me produce una alegría inexplicable, cargada de melancolía y placer.
Recuerdo las guerras infantiles de bolas. Hoy en día siguen produciéndose tanto entre los chavales como en los mayores. Proyectiles que van y vienen y que invitan a participar con entusiasmo y desenfreno.
Pero hoy deseo que regresen a casa y escuchen esta música deliciosa, con la calefacción bien encendida mientras los copos vuelan en el exterior. Es el tercer movimiento de la 8ª sinfonía de Antonin Dvorak (1841-1904). Todo el talento melódico del maestro checo se plasma en esta joyita, que tanto debe a Brahms por su alegría contenida y poco extrovertida.
La versión es de Los Angeles Philharmonic Orchestra dirigida por Zubin Mehta en el año 1977.
Disfrútenla.